La vida cambia

Hoy hace dos años de aquel día inolvidable. Me casé con toda la ilusión del mundo. Fué una boda preciosa, todos nuestros amigos reunidos celebrando nuestro amor. Nuestras familias felices de vernos juntos. Hace dos años se hizo realidad aquel sueño que teníamos los dos, mi marido y yo. Vivimos magia. Sueños cumplidos.
En este tiempo las cosas han sido duras. Todo lo que empezó como un cuento de hadas se truncó. Aparecieron los problema, aunque entonces no entendí por qué. Pero el caso es que nuestra vida cambió y no fué para bien.
Nosotros vivíamos separados, fué al casarnos que nos trasladamos a una bonita casa junto al mar. Él tenía su huerto y mi perra tenía espacio para correr y saltar todo el día, porque su energía parece que nunca se agota.
Fué al irnos a vivir juntos que aparecieron los problemas. Pensábamos que era normal. Siempre me han dicho que el primer año de convivencia es muy duro. Y así fué. Pero algo no cuadraba, no teníamos problemas reales de convivencia, aunque las discusiones aumentaban por momentos. Cada día él se levantaba de mal humor, yo esperaba a que se calmase, pero al día siguente volvía a suceder lo mismo. Decía que estaba cansado, que le dolía la espalda………cosas de las que yo no era culpable, pero minaban nuestra relación hasta hacerla insostenible.
Hace unos meses vimos que así no podíamos seguir. Me pasaba el día asustada, sin saber cuándo sería la próxima pelea. Tal vez no eran peleas importantes, pero sí lo suficientemente importantes como para no ser felices juntos.
Pensámos mucho en qué nos estaba pasando. No lo entendíamos. Nos queríamos, pero yo ya no podía seguir junto a él. Decidimos luchar, buscar la manera de seguir unidos. Fuimos a un terapeuta y nos hizo miles de preguntas, gracias a las cuales se llegó a una conclusión, la más inesperada que yo hubiese podido imaginar jamás.
Cuando compramos el colchón mi marido dijo que él dormía bien en cualquier lado, así que, como estaba ocupado, lo elegí yo. Pero el modelo que elegí resultó no ser bueno para él. Cada persona es distinta y sus necesidades también lo son. Él dormía mal, por ello se levantaba con dolores, cansado y de muy mal humor. Llevaba más de año y medio sin descansar adecuadamente. Esto cambia el carácter de cualquier persona. Yo sí tenía un sueño reparador todas la noches. Era el colchón indicado para mi, el que mejor se me adaptaba, pero no era el idóneo para él.
Una estúpida llamada, en la que él me dijo que no podía venir a elegir el colchón, podría haber acabado con nuestro matrimonio.
Pero ahora sabíamos qué pasaba y tuvimos claro que ese mismo día íbamos a ir a una tienda especializada, a probar los dos los colchones y a elegir aquél que mejor se nos adapara. Esa decisión, que parecía no tener importancia, era vital para que fuésemos felices.
Fuimos asesorados por un especialista en descanso, que nos explicó que sólo en un colchón de gama alta tendríamos asegurado nuestro óptmo despertar cada mañana. Debía ser un colchón adecuado a los dos, porque el que yo elegí era de calidad, pero no servía de nada porque a mi marido no le iba bien, debíamos cambiarlo. Tuvimos que invertir dos veces en el colchón, nos resultó muy caro, tanto emocional como económicamente, que yo sóla hubiese elegido el lugar donde se supone deberíamos haber dormido los dos por 10 años. Al menos estábamos a tiempo de rectificar. Y así lo hicimos.
Nos mostraron los 4 colchones líderes en el mercado, pertenecientes a la más alta gama de Flex:
- Crepúsculo-visco (viscoelástica): https://blogcolchones.es/?p=351
- Caoba (muelles más viscoelástica): https://blogcolchones.es/?p=418
- Ebano (muelles más látex): https://blogcolchones.es/?p=422
- Isuara (látex): https://blogcolchones.es/?p=439
Ahora estábamos en un dilema. A mi marido le gustaba el modelo Caoba y a mi el Ebano. No nos poníamos de acuerdo. Por suerte el mundo del descanso presenta grandes avances y conocimos los colchones gemelos. Así unimos a Ebano y a Caoba mediante una cremallera y nos llevaron a casa a nuestro colchón ideal. Pusimos un cubrecolchón para que no se viera la cremallera y parecía un colchón uniforme, pero en realidad, son dos. Ni mi marido ni yo tenemos ahora que renunciar a nuestro descanso por el bien del otro. Cada uno tiene su espacio a la hora de dormir. Las almohada también son distintas, cada uno tiene aquella en la que mejor se siente.
Y es así como, a partir de ese día que estrenamos colchón, nuestro matrimonio es feliz. Mi marido ya no se levanta enfadado, no está siempre cansado y de mal humor. Ahora podemos dedicarnos a ser felices, a querernos y a olvidarnos de todos los problemas cuando estamos juntos.
Tenemos suerte de haber descubierto el problema que nos estaba separando y haberlo podido solucionar. No todo el mundo es tan afortunado. Han sido dos años muy intensos, muy duros, pero, al final, tenemos la vida que queríamos, aquella con la que soñamos al casarnos.
Jamás pensé que un colchón pudiese afectar tanto nuestra relación. Claro que, si lo pienso fríamente, un colchón proporciona salud y, si no descansas, te sientes mal y cambia toda tu vida.
De todo se aprende y, dentro de 10 años, cuando debamos cambiar nuestro colchón, volveremos a ir juntos a la tienda especializada en descanso y, entre los dos, decidiremos qué modelo nos proporcionará salud.
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